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PrÓLOGO
Pedro Salazar Ugarte*
Esta tercera edición de la Encuesta Nacional de Cultura Constitucional en
México tiene tres características que la hacen especial:
- En primer lugar, al constituir el tercer ejercicio estadístico orientado a medir la cultura constitucional en México, ofrece la posibilidad de mirar la evolución de los saberes, opiniones y percepciones de los mexicanos y mexicanas sobre cuestiones constitucionales a lo largo de más de una década (2003-2011-2016). Este hecho permite hacer comparaciones, realizar valoraciones e imaginar líneas de reflexión e investigación. Eso es posible porque ahora tenemos un conocimiento sobre un aspecto clave de la cultura mexicana que ignorábamos hasta hace muy poco tiempo.
- En segundo lugar, la encuesta es especial porque incluye preguntas
que no se habían realizado con anterioridad. Esto permite captar la
opinión de los mexicanos sobre algunos temas con relevancia constitucional que han ganado importancia en la vida pública mexicana con
el paso de los años. Tal es el caso, por ejemplo, del matrimonio entre
personas del mismo sexo que, con fundamento principal en el derecho
a la no discriminación contenido en el artículo 1o. constitucional,
ha sido reconocido en todo el país por la Suprema Corte de Justicia
de la Nación (SCJN). El tema ha generado un intenso debate en la
opinión pública durante 2016 —sobre todo a partir de una iniciativa
presidencial para reformar la constitución en el sentido decretado por
la SCJN que fue rechazada por el Poder Legislativo— y ha provocado
diversas manifestaciones a favor y en contra.
Por lo mismo es interesante saber que 62.2% de los mexicanos piensa
que las personas homosexuales deben tener los mismos derechos
que las demás personas, y que 24.3% piensa que no. También es relevante
conocer que 51.8% está a favor de introducir en la Constitución
el derecho de las personas homosexuales a contraer matrimonio,
frente a 33.8% que piensa lo contrario. Lo mismo vale para el dato de
que 31.4% de los mexicanos están de acuerdo o muy de acuerdo
con que las autoridades religiosas opinen sobre estos temas, mientras
que 40.8% están en desacuerdo o muy en desacuerdo. En este
caso, la opinión recabada también nos indica la importancia del principio
de la laicidad (contenido expresamente en el artículo 40 constitucional
desde 2012, pero presente en el texto de la Constitución
desde 1917) en la cultura nacional. Hasta ahora, con esta información
podemos entrever una actitud mayoritaria de apertura hacia este
tema tan relevante, pero no vale lo mismo para la adopción de niños
por parte de parejas del mismo sexo. En ese caso, 50.8% de las personas
piensa que no se debe constitucionalizar ese derecho —que,
por cierto, es posible por los términos de las leyes correspondientes
y fue reconocido por la jurisprudencia de la SCJN— y sólo 35.4% considera
que sí se debería reconocer en la Constitución. En fin, valgan
estos datos para evidenciar la riqueza de algunos de los temas contenidos
en esta nueva edición de la encuesta.
- En tercera instancia, esta encuesta es única porque con ella celebramos
el centenario de la Constitución de 1917. En el Instituto de Investigaciones
Jurídicas de la UNAM consideramos que éste es un año obligado para publicar una edición conmemorativa que nos permita
comprender qué piensan los mexicanos acerca de su Constitución en
2017. Muchas cosas han sucedido desde que la Constitución se aprobó
en Querétaro por las que el país vive realidades políticas, económicas
y sociales que eran entonces inimaginables. Los méritos o
deméritos de esos cambios pueden valorarse con diversos raseros y
han sido y seguirán siendo objeto de cavilaciones por parte de expertos
en las más diversas disciplinas, pero lo que nos indican los datos
de esta encuesta es que las personas están inconformes con el rumbo
que sigue el país. Veamos de manera sucinta algunos datos que confirman
esta afirmación.
Mientras que en 2003 se identificó que 22% de las personas pensaba
que la situación del país estaba mejor que el año precedente, en
2016 sólo 14.3% lo considera así. Se trata del sentir más pesimista de
los años encuestados. De hecho, en 2003 sólo 42.8% sostenía que ese
año había sido peor que el anterior, mientras en 2011 45.1% pensaba
lo mismo, y ahora, cinco años después, 57.3% lo sostiene. Así las cosas,
tenemos que el malestar nacional tiene tendencia creciente. Esto
se acompaña con un pesimismo que aumenta. Hace 14 años 36.4%
pensaba que la situación del país empeoraría; ahora lo piensa 47.7%
de la población. De hecho, cada vez son más quienes creen que la
situación en México se torna “peligrosa” (16.3% en 2003, 24% en 2011
y 29.1% ahora). Por eso no extraña que 43.7% crea que el sentimiento
que predomina en México sea el enojo, 38.5% el miedo y 29.5% la
preocupación. De manera tajante y alarmante, 73.4% de los mexicanos
considera que el país va por el rumbo equivocado.
Así que 100 años después de aprobada la Constitución de 1917
—dato que, como podrá constatar el lector de la encuesta, muchos
mexicanos ignoran— el ánimo colectivo no es bueno. Esto puede explicarse
en parte porque, como algún día escuché decir a Alan Knight,
“las personas siempre piensan que les ha tocado vivir en el peor
momento de la historia”, pero también porque, genuinamente, hay
temas que indignan y generan inquietud. Uno de ellos, que ha ganado
protagonismo en los años previos al centenario, es el de la corrupción.
Según nuestra encuesta ésta es la principal razón por la que la gente no confía en el gobierno, y 59.7% de los mexicanos y mexicanas
no confía nada en los políticos.
Los datos son los que son, y a nosotros sólo nos corresponde dar
cuenta de ellos y, en su caso, intentar interpretarlos. Sin embargo,
desde mi perspectiva, trazan una narrativa que no es evidente y que,
contrario a lo que sostiene la mayoría de las personas, permite un
cierto optimismo fundado en lo que Bobbio llamaría “realismo insatisfecho”.
Si observamos con atención la encuesta, es posible constatar
que algunas de las principales preocupaciones y temáticas complejas
que han afectado y afectan a la sociedad mexicana han sido atendidas
constitucionalmente.
A través de las ingentes reformas de las que ha sido objeto, el instrumento
constitucional ha servido para sortear crisis, enfrentar coyunturas
complejas y transformar prácticas políticas, económicas y
sociales. Esto puede constarse en diversas materias: elecciones, transparencia,
protección no jurisdiccional de derechos humanos, justicia
constitucional, telecomunicaciones, etc. Y el caso de la corrupción
—que hoy tanto nos preocupa y que antes no figuraba entre los apuros
nacionales— no ha sido la excepción. En mayo de 2015 se reformó
la Constitución para sentar las bases de un Sistema Nacional Anticorrupción
que, un año después y al calor de los reclamos y la indignación
ciudadana, fue desarrollado en siete leyes secundarias y será
puesto en marcha precisamente en el año del centenario.
Lo que pretendo argumentar es que la Constitución ha sido un instrumento
jurídico para canalizar institucionalmente algunas cuestiones fundamentales
para la modernización del Estado y de la sociedad mexicanos. Así que la
insatisfacción y el descontento —legítimos y justificados— pueden ser acicates
de cambios que van desde la llamada “norma suprema” hasta la realidad
cotidiana. Y, de ser así, ésa es una buena nueva.
Ciertamente los cambios constitucionales tardan en surtir efectos y a veces
suscitan expectativas que se frustran, pero también es verdad que el
derecho sólo se justifica cuando se usa y es útil para dirimir conflictos, fomentar
la convivencia pacífica y resolver con justicia los diferendos y las
disputas entre las personas y entre éstas y el Estado. Desde esta perspectiva, si no me equivoco, la Constitución de 1917 y el constitucionalismo mexicano
—a pesar de los pesares y de los ingentes pendientes del presente— están
cabalmente justificados. Esta encuesta —aunque no sea su propósito— da
cuenta de ello.
* Director del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM.