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INTRODUCCIÓN

¿Por qué sentimientos y resentimientos de la nación?


Este libro recoge las voces de la gente sobre el país, las relaciones sociales y las prácticas, destacando la intensidad de las percepciones y su afectividad. Recaba, además, las reflexiones de la gente sobre su entorno, sus vidas y la manera de vivirlas, mostrando cómo los dos ámbitos se responden mutuamente.

Recoge sentimientos, porque se pone de relieve el lugar que ocupan los afectos en la sociabilidad, que a través de la percepción, otorgan sentido a la actividad individual e incluso a la acción colectiva en su conjunto.1 Así, el país es “una realidad socialmente construida, hacia la cual se aproximan, de la cual se alejan y contra la cual luchan nuestros sentimientos; de esta forma el territorio se conforma a partir de dos realidades que interactúan: un espacio geográfico externo marcado por la cultura y otro interno definido por la subjetividad… es decir, se da una extrapolación de sentimientos desde un territorio conocido a un territorio imaginado” (Ramírez Losada, 2003).

A través de las opiniones, actitudes, valores y sentimientos —en ocasiones contradictorios—, las personas nos brindan elementos que modelan ese perfil del México que buscamos, que esperamos, porque los sentimientos “también encierran deseos, intenciones, motivos y metas definidas que modelan de forma clara la conducta, las aspiraciones y las acciones de los individuos” (Ramírez Losada, 2003).

Pero en este libro también se recogen los resentimientos que nacen de las expectativas frustradas. El resentimiento cambia la perspectiva de las cosas y de las relaciones. Provoca que aquello que todavía funciona bien empiece a parecer falso o sin sentido, introduce una hermenéutica de la sospecha que se aplica no sólo al presente y al futuro, sino incluso al análisis del pasado. Los resentimientos revelan la conciencia de la propia impotencia, del querer y no poder, de las aspiraciones no cumplidas, siempre pospuestas.

Los estados de ánimo y el estado de cosas

Dos décadas después de la alternancia del partido que permaneció en el poder durante más de 70 años —que para muchos fue interpretado como el fin de la transición a la democracia— la sociedad mexicana está hoy inmersa en un panorama que se caracteriza por el descontento social. México atraviesa un proceso de transformaciones y de cambio social y político que produce malestar e incertidumbre: la sensación de no saber en dónde estamos o hacia dónde vamos. Hay un sentido de urgencia; se plantea una necesidad de cambio, no obstante, no quedan claros aún la magnitud, la dirección y el ritmo del cambio. Frente a esta situación surgen varias interrogantes.

¿De qué manera en la actualidad mexicana se puede realizar esa condición de la existencia social que es el consenso? ¿Cómo explicar el estado actual de cosas frente al desencanto, la duda y la desconfianza? ¿Quién construye los contenidos y el valor del cambio? ¿Quién es capaz de edificar un sentido creíble a la transformación del presente? Existe una sensación de desorden, de descrédito de las instituciones, de desapego de las normas tanto por parte de los individuos como del Estado. A ello se suman el pesimismo y una visión negativa en el nivel individual y en el colectivo del futuro del país.

La Encuesta Nacional de Identidad y Valores 2015, levantada en noviembre de 2014, recoge las percepciones sobre los valores, las necesidades, problemas y expectativas de los mexicanos justamente en un momento previo a importantes cambios que se avecinan en la sociedad. La diversidad y apertura de estilos de vida y de pensamiento que caracterizan la sociedad mexicana de hoy indican la existencia de cambios en los valores, pero también la carencia —e incluso en ocasiones la añoranza— de modelos formativos éticos integrales.

Los cambios en los valores provocan malestar en los individuos, presos de la tensión entre aquellos valores que están dejando de predominar y los que apenas surgen y aún no terminan de asentarse: la gente se agita entre la sensación de pérdida de sentido, de caos y desorden, y la noción materialista del éxito, un éxito que finalmente no llega. Esto finalmente se traduce en incertidumbre.

La pasión de la razón por las pasiones 2

El análisis de la posible evolución política de la sociedad incluye las emociones y los sentimientos como elementos que desempeñan un papel esencial en los procesos y estructuras sociales. Cuando Emile Durkheim definió la naturaleza de los hechos sociales en Las reglas del método sociológico habló de “modos de actuar, de pensar y de sentir, exteriores al individuo, y que están dotados de un poder de coerción en virtud del cual se imponen a él” (Durkheim, 1980). Al mismo tiempo, afirmó de forma explícita que “no somos solamente seres racionales, somos también criaturas emocionales”, señalando que las acciones morales de las personas están fundamentalmente enraizadas en sus “lazos emocionales con grupos sociales particulares” (Durkheim, 2002).

Max Weber también estaba convencido de que la sociología tenía que enfocar necesariamente a las emociones para poder entender los motivos de lo que denominaba la acción social, una acción social con sentido. Al definir esta acción, la interpretación del sentido sugiere que una estrategia metodológica podría ser lo que denominó “la empatía emocional”, ya que la “precisión emocional o apreciativa se obtiene cuando a través de la participación empática, se puede obtener adecuadamente el contexto emocional en el cual una acción tuvo lugar “ (Weber, 1998).

Con una larga tradición en el pensamiento filosófico y en otras disciplinas, se pone de relieve la relevancia de la dimensión emocional en el estudio y la comprensión de los fenómenos políticos y sociales, las características de la adhesión del individuo a su comunidad y de los sentimientos de pertenencia o distanciamiento, individuales y colectivos que moldean las relaciones político-sociales. Hoy la teoría defiende la existencia de dos tipos de sentido o significado que, aunque convergentes, también son distintos: el formal y el afectivo. Los dos son necesarios para que la vida social sea posible: “el significado entendido en términos del ordenamiento de las referencias puede ser relacionado con ambos, la inteligibilidad y el involucramiento. El significado formal explica las relaciones dentro de un todo, haciendo así algo inteligible, mientras que lo que podría ser llamado significado afectivo se relaciona con el involucramiento que una persona tiene con un objeto o evento, esto es, qué tanto le importa” (Barbelet, 2002).

El sociólogo Thomas Scheff estableció que los valores son creencias con carga emocional, y que las emociones son una fuerza poderosa en la estructura y el cambio de las sociedades (Scheff, 1990). Esta propuesta conduce a pensar que el significado de los objetos, cosas, eventos y personas no es una propiedad intrínseca de tales objetos, cosas, eventos y personas, sino de las relaciones que se establecen con ellos, hasta llegar a los sentimientos, como la reflexión cognitiva de las emociones, y a la vinculación de las emociones con las actitudes, los valores, las decisiones y la acción.3

La Encuesta Nacional de Identidad y Valores 2015 recoge entonces los vínculos entre estas emociones y los valores, actitudes y opiniones de la población en torno a temas cercanos a la vida y a la cotidianidad de las personas. Recoge los sentimientos y los resentimientos, las voces y el pulso de los mexicanos.

En el texto que aquí se presenta, al aludir a los valores, no se pretende llevar a cabo ninguna atribución de sentido, como en el uso cotidiano del término cuando se afirma, por ejemplo, que “una persona tiene valores” en un sentido de calificación positivo. Igualmente, cuando se menciona la identidad nacional se evita una concepción esencialista: hay muchos modos de ser mexicano.

Desde la perspectiva diacrónica que considera de forma comparativa los datos relevantes concernientes a las orientaciones de los valores, se toman en cuenta los contenidos de sentido particulares de los valores para cada generación distinta y su cambio en el tiempo. En este sentido, se compara con otras encuestas, particularmente Los mexicanos de los noventa de 1994, las dos Encuestas Nacionales de Cultura Constitucional de 2013 y 2010 y La Encuesta Nacional de Discriminación de 2010.

Desde la perspectiva sincrónica se comparan los datos con referencia a las diversas categorías de población, distintas por características sociodemográficas, de posición y de estatus social, que permiten distinguir las características de los valores, si bien prescindiendo de sus contenidos de sentido particulares, pero que nos indican su estructura.

En este libro se abordan los siguientes temas que se irán desgranando en cada uno de los capítulos: “México en un momento de crisis y cambios: emociones y razones”; “La sociedad contemporánea: la paradoja del crecimiento con inseguridad”; “Calidad de vida y bienestar subjetivo”; “Anomia y cohesión social: bases de la moralidad y el comportamiento transgresivo”; “La esfera de la vida privada”; y “Valores y cosmovisiones”. El anexo metodológico se incluye al final, igual que la metodología utilizada para el análisis de léxico.

Quiero dejar constancia de mi profunda gratitud a los miembros del Área de Investigación Aplicada y Opinión del Instituto de Investigaciones Jurídicas, sin quienes no hubiera sido posible llevar a cabo esta empresa: a Agustín Morales por su compromiso constante, a Miguel Ángel Cordero, Tonatiuh Santiago y Yesenia García, quienes, con dedicación y apoyo, realizaron con rigor el análisis estadístico y construyeron los índices y análisis de correspondencias que se presentan en este libro. A Patricia Díaz y Diana Domínguez, quienes tuvieron a su cargo el procesamiento y clasificación de los índices de léxico. A Daniel Patlán y Victoria Meza por la elaboración de los gráficos y cuadros; a Eduardo Daniel Gaona y Miguel Ángel García Olivo por la consulta de la legislación en torno a diversos temas. A Montserrat Camacho por el apoyo y a Navorina Díaz Pineda, cuyo trabajo es esencial, porque permite que las cosas funcionen al encargarse de la siempre difícil tarea logística y de administración.

Finalmente, agradezco a Héctor Fix, Guadalupe Valencia y Manuel Suárez, quienes amable y cuidadosamente leyeron este manuscrito y lo mejoraron en forma sustancial.

Julia Isabel Flores, junio de 2015


 

 

1. El neurobiólogo portugués Antonio Damasio establece la distinción entre los términos emociones y sentimientos. Las emociones son cambios en el estado del cuerpo, controlado por el sistema cerebral, que responden a estímulos relevantes, pertinentes o emocionalmente competentes, provocadores de la emoción. Los sentimientos se entienden como la conciencia de la experiencia de esos cambios, como la percepción, idea, o pensamiento de un estado particular del cuerpo. Los sentimientos traducen el estado de vida en lenguaje de la mente. Son pensamientos específicos, no cualesquiera, que representan el cuerpo en un proceso reactivo. El paso de la emoción al sentimiento es inmediato y de ahí su empleo como sinónimos (Damasio, A., junio 23, 2014).

2. Tomo prestado el título de Angulo, K. M. (2012). “Emociones y sentimientos: coordenadas históricas y multidisciplinares de un campo de estudio clave. Avances en supervisión educativa”, Revista de la Asociación de Inspectores de Educación de España (16), 2.

3. Para tener un panorama más amplio sobre la bibliografía referente a la sociología de las emociones véase Angulo, K. M. (2012). “Emociones y sentimientos: coordenadas históricas y multidisciplinares de un campo de estudio clave, Avances en supervisión educativa”, Revista de la Asociación de Inspectores de Educación de España (16), 2.